06 Mar 2017 Negra y siniestra va la novia

GUZMÁN GARMENDIA (Parlamentario del PSN-PSOE) Diario de Navarra – Desconozco las razones por las que no me ha extrañado nada que, una vez más, Transparencia Internacional haya vuelto a fijarse en Navarra para posicionarnos en el espacio más lúgubre de la gestión, aunque las puedo intuir. Esta ONG -único organismo que en España evalúa los índices de transparencia de las administraciones públicas- señaló hace escasos meses al Ejecutivo navarro como el adjudicatario de la última posición de los gobiernos de nuestro país en lo que a la nitidez de su quehacer se refiere. Esta semana, y en un nuevo informe, esta misma entidad difunde el descalabro lúcido del Parlamento de Navarra, que cae estrepitosamente desde la segunda posición que venía ocupando en los últimos dos años hasta el decimosexto emplazamiento, a tan solo tres posiciones de igualar el suelo del pozo que ocupa su hermano del cuatripartito desde que llegó al Palacio de Navarra. Proscribir al perito es el denominador común que comparten los líderes del actual Gobierno de Navarra y de los que están al frente del Parlamento de Navarra, pidiendo un nuevo consultor, situándose al borde de caer en el pueril señalamiento de ‘la manía’ como factor concluyente de su hazaña. Ambos han paseado su despecho cual novia abandonada en el altar, enmarcando su bochornoso boletín de notas en un cúmulo de fuerzas externas, prestas y dispuestas a dibujar un panorama absolutamente contrario a la realidad -a su realidad, claro- dando muestras de la enajenación transitoria en la que habitan, cuestión parecida a la ceguera que produce el amor en sus inicios, en este caso con marcados tintes de narcisismo.
No me cabe ninguna duda de que la lideresa del hemiciclo dio carpetazo a este asunto incluso antes de conocer los resultados,
en una actitud propia de los más fervientes forofos del fútbol, convirtiéndose así en hooligan de su propia gestión. Sin embargo, debería cuando menos reflexionar sobre la sonrojante posición en la que deja la cámara y, por ende, a todos los que habitamos el antiguo palacio de justicia. Si bien en los seis parámetros evaluados ocupamos las últimas posiciones, en dos de ellos se obtiene una puntuación de escándalo por su exigüidad. Sacar un 3,5 (últimos) en transparencia en las contrataciones y convenios, o conseguir un 2,2 (penúltimos) en derecho de acceso a la información, no hay profesor que lo levante, por mucho que se empeñen en poner a sus círculos a autoevaluarse, circunstancia propia de las fuerzas políticas emergentes. No sé por qué no me extraña, algo debí intuir cuándo la presidenta del Parlamento firmó un documento en el que restringía, o más bien prohibía, el uso y disfrute de soportes móviles en el palacio que acoge al legislativo navarro, además de acotar la libertad
de información de periodistas, trabajadores externos, personal de la cámara e incluso de los mismos parlamentarios. Nada ni nadie podrá evitar que en todas y cada una de las frases que emanan del discurso de quien ocupa el más alto sillón del legislativo foral aparezca la palabra ‘transparencia’ –la misma fuerza tendría sustituir el vocablo por berenjena-, repitiéndola a modo de justificación propia de quién se acusa a si mismo sin que haya mediado petición alguna. Nada ni nadie podrá evitar que camine levitando por los pasillos del palacio como si hasta ahora nadie hubiera encontrado la luz de la democracia foral, mostrándonos la luminaria de la libertad, aunque en realidad lo único que pueda mostrarnos sea el tenebroso farolillo rojo que nos ha dado su opacidad, sin que veamos claridad alguna al final del túnel de su gestión. Blanca y radiante cree que va la novia, como el emperador en el genial cuento de Hans Christian Andersen, aunque el resto de los mortales que habitamos más allá de los círculos morados veamos una negra y siniestra novia con el espejo de la realidad roto por la autocomplacencia.



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