
28 Jun 2017 LA HORA DE PEDRO SÁNCHEZ
FABRICIO DE POTESTAD (Presidente del PSN-PSOE y ex concejal de Sanidad del Ayuntamiento de Pamplona) Diario de Navarra – Cervantes, en su obra El rufián dichoso, decía que al bien hacer jamás le falta premio. Y así ha sido, pues Pedro Sánchez, tras dar sobradas pruebas de coherencia, ha sido proclamado nuevo secretario general del PSOE por una mayoría abrumadora de militantes socialistas. En la Ponencia Marco del 39 Congreso Federal es cierto que se aprecia un giro progresista, pero también se despeja cualquier atisbo de radicalismo, como pretenden algunos periodistas y ciertos tertulianos de televisión. El PSOE sigue siendo un partido de amplio espectro social que abarca, por tanto, el centro y la izquierda, condición programática que le permitirá ser la formación política que lidere la mayoría social progresista de este país. Sin embargo, entre vampiros de Coppola y Erinias de Esquilo, determinados periodistas que encarnan la idea gaseosa de una profesionalidad sesgada, acomodados en sus acartonadas rotativas o en sus platós de televisión de tedio y hojalata, persisten en la falaz idea de presentar al nuevo líder socialista como un político radical, cercano al populismo y capaz de romper España.
Obviamente, estas infundadas aseveraciones son producto de una miopía tal que no es capaz de traspasar el cristal concéntrico de las gafas de mayor aumento. Y es que hay periodistas que parecen hallar una extraña satisfacción en tergiversar la realidad y recrearla a su antojo. Extrañas e invisibles criaturas, fantasmas que deambulan tras los bastidores e innumerables desdichas surgen de su desmedida imaginación, emitiendo un sonido lacerante, cuya única finalidad es descalificar al nuevo líder socialista. En fin, la vida española tiende, con mucha facilidad, a convertirse en espectáculo, hasta tal punto de que, contemplada con espíritu simplista, España parece llevar consigo misma su propia parodia. Así surgió el país del Quijote, lleno de caballeros andantes, el de Manolete, repleto de toros y toreros, o el de los esperpentos de Valle-Inclán. Y es que pocos países tienen la capacidad tan acusada de convertirlo todo en drama o en tragedia. Pese a ello, quede claro que ni Sánchez va a romper España ni los españoles van a perder su soberanía sobre el conjunto del país. Es cierto que los nacionalismos y otras euforias autonomistas están mudándose en secesionismo, pero tales asonadas acabarán perdiendo su impulso y hasta su aspecto de mapa fronterizo. Sí preocupa, en cambio, que mediáticamente estamos subiendo hacia el abismo o quizá descendiendo hacia el cielo. Y si se cumplen cualquiera de estas dos paradojas, corremos el riesgo de ser informados por unos cuantos periodistas ruidosos y dadaístas, instalados en una práctica tan simplista como maniquea y en un reduccionismo tan mediocre como falaz. Menos mal que todavía quedan periodistas con más imaginación lingüística y apertura al mundo que, con la pluma de su
gran literatura, escriben sus acertadas columnas con respeto, veracidad, seriedad y rigor intelectual.
El giro del PSOE a la izquierda no pretende abrazar el marxismo ni caer en la demagogia populista, tan solo busca responder a la urgencia social de los desempleados, dignificar los salarios, restablecer los derechos laborales de los trabajadores, dar trabajo a los jóvenes, luchar eficazmente contra la violencia de género y contra cualquier mercantilización de las mujeres, mantener el poder adquisitivo de las pensiones y restablecer la calidad de la sanidad, la educación y los servicios sociales. En definitiva, la socialdemocracia renovada en el último congreso socialista, sobre la base de una sólida base empírica, se constituye como una interpretación de la política, que incluye un conjunto de principios, valores, ideas y estrategias formuladas y orientadas con el fin de organizar la sociedad de una manera más justa. Tres son sus ejes principales: las políticas fiscales progresivas, las políticas activas de empleo y las políticas sociales. En este sentido, la socialdemocracia busca el equilibrio fiscal, mediante una política impositiva progresiva y suficiente y una contención racional del gasto público, que permitan consolidar su objetivo primordial que es la redistribución de la riqueza a través del Estado de bienestar. Esto es, que pague más quien más tiene, sin que esto suponga un problema para los cerebros enfebrecidos por el dinero, pues, como dice el Papa Francisco, las grandes fortunas parecen haber olvidado que la mortaja no tiene bolsillos ni jamás se ha visto un camión de mudanzas en un cortejo fúnebre. En fin, al socialismo hemos de hacerle siempre una lectura hegeliana. Una lectura dialéctica. El PSOE no es un partido uniforme, ni es bueno que llegue a serlo. El socialismo es un continuo diálogo entre discrepantes que buscan afanosamente la verdad, lo que viene muy bien explicado en los Escritos socialistas de don Miguel de Unamuno.