05 Oct 2015 Canal de Navarra y voluntad política

La paralización del canal de Navarra supone una catástrofe silenciosa y silenciada para la Ribera: no llegara agua de abastecimiento de calidad, no llegara agua de riego a nuestros campos, con un déficit hídrico como el de Murcia o Almería, y no se cumplirá uno de los objetivos principales con los que se diseño esta infraestructura, la de vertebrar y equilibrar nuestro territorio con la llegada de agua al sur más desértico de Navarra.
Esta afirmación, que bien podría haberse hecho la pasada semana, la realizaba Mario Gaviria (Premio Nacional de Medioambiente 2005) en el año 2012, tras el anuncio por parte del Gobierno de Navarra, de paralizar la segunda fase del Canal de Navarra y apostar por la ampliación de la primera fase, mediante la construcción de un ramal que supondrá la creación de 15.200 nuevas hectáreas de regadío. Una ampliación que hay que reconocer que en términos ecológicos resulta más eficiente, ya que se trata de una zona más húmeda que la Ribera, es decir, necesita y consume menos agua.
Así que tampoco resulta tan novedoso que el nuevo Gobierno de Navarra tenga, al menos, las mismas dudas que tuvo el anterior a la hora de ejecutar la segunda fase del Canal de Navarra.
Esta paralización no solo respondía a criterios económicos, sino principalmente a las dificultades técnicas del trazado. El Canal de Navarra se trata de un canal para el siglo XXI proyectado, trazado y diseñado con criterios y planteamientos de comienzos del siglo XX (grandes canales a cielo abierto) para trasportar agua a larga distancia, priorizando la transformación en regadío y que terminan consumiendo una gran cantidad de energía eléctrica para conseguir presión en los hidrantes de riego, como bien saben los regantes. El trazado para llevar el agua a la Ribera y a la margen derecha del Ebro requería de 94 kilómetros, y tres puntos críticos, los pasos de los ríos Aragón y Ebro, y a través de la Bardenas Reales. Un trazado inicialmente erróneo, que no solo requería de grandes sifones y/o kilómetros de túneles, sino también de un gasto energético inasumible debido a la gran cantidad de bombeos necesarios para las hectáreas incluidas en el proyecto originario.
¿Debe pues la Ribera renunciar a la llegada de agua de Itoiz, agua del pirineo Navarro? No, por supuesto que no. La Ribera no puede renunciar al abastecimiento de agua de calidad, se trata de una necesidad de salud pública. Ni la ciudadanía de la Ribera lo permitiría, ni los Alcaldes y Alcaldesas de la Ribera lo vamos a consentir.
A pesar de las dificultades económicas y técnicas que el proyecto conlleva, la llegada de agua a la Ribera se trata de una cuestión de voluntad política. Voluntad política que el gobierno debe mostrar con la puesta en marcha de manera urgente de un grupo de reflexión estratégica con el único objetivo de buscar soluciones para la llegada de agua a la Ribera. Soluciones que pasan por cambios en el trazado y en el diseño originales, aplicando tecnología de trasporte de agua de tercera generación, canales formados por tuberías enterradas (como se está utilizando en la ampliación de la primera fase) mucho más rápidos de construir y con unos costes mucho menores. Soluciones para diseñar un plan para la hidridación de la Ribera de Navarra que comprenda: el abastecimiento de agua de calidad, la puesta en marcha de nuevos regadíos, el abaratamiento de los costes y la modernización de los actuales regadíos, el desarrollo de las energías renovables, el impulso de la industria agroalimentaria y la generación de actividad económica. Un buen ejemplo del que partir y que sin duda habría que estudiar, sería el Embalse de la Loteta, situado en Aragón, y la traída de agua hasta el mismo desde el Pirineo, que además de abastecer de agua a Zaragoza y a 52 municipios de alrededor, ha servido para revitalizar la zona y dinamizar la economía de los pueblos ribereños con usos turísticos y deportivos entre otros.
Uno de los objetivos del Canal de Navarra era la vertebración de nuestro territorio. Esta vertebración no puede conseguirse si el agua del Pirineo embalsada en Itoiz no llega hasta la Ribera, hasta la Ribera seca de Navarra. De nada sirve lamentarnos ni buscar culpas o culpables sobre el retraso y la paralización de esta obra. Busquemos soluciones que desbloqueen la segunda fase de esta infraestructura y que permita lo más rápidamente posible, la llegada de agua de calidad a los hogares riberos, el impulso de nuestra agricultura y de nuestras empresas agroalimentarias, motores económicos y de generación de actividad en la Ribera, así como otros usos en torno a una nueva cultura del agua, que puedan suponer un revulsivo económico para la zona.

Jesus Mari Rodríguez

Alcalde de Ribaforada y Presidente del Consejo Municipal del PSN-PSOE

(*Artículo publicado el 4/10/2015 en Diario de Navarra)



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