20 Ago 2018 ARTÍCULO DE OPINIÓN: «¿DÓNDE ESTUVISTEIS?», DE FABRICIO DE POTESTAD

ARTÍCULO DE OPINIÓN DEL PRESIDENTE DEL PSN-PSOE, FABRICIO DE POTESTAD. DIARIO DE NAVARRA -19 DE AGOSTO DE 2018-. El pasado 16 de agosto leí un artículo en este mismo periódico, firmado por José Ignacio Palacios, que me produjo cierta indignación. Aprovechándose de un fragmento de un poema que Víctor Manuel Arbeloa recitó en el homenaje en Berriozar al subteniente Casanova, asesinado por ETA en el año 2000, velada e injustamente situaba al PSOE en un lugar connivente con Herri Batasuna mientras él ocupaba una posición inmaculada entre los que siempre han estado frente a la violencia de ETA. La frase en cuestión era: ¿dónde estuvieron, estuvisteis, estuvimos?

No me gusta litigar con esta dolorosa cuestión, pues valerse de las víctimas no me parece ético. Sin embargo, muy a mi pesar, me veo obligado a preguntarle al señor Palacios dónde estuvo en 1996. Nosotros, se lo adelanto, llorando la muerte del dirigente socialista Fernando Múgica, asesinado por ETA en San Sebastián. Quizá sea necesario que le refresque la memoria, pues a veces las neuronas fallan. Siendo yo concejal de Sanidad del Ayuntamiento de Pamplona, recuerdo que el gobierno del PP, ese mismo año, decidió acercar a presos de ETA a cárceles del País Vasco, medida en apariencia incomprensible pues coincidía con el cruel secuestro de Ortega Lara. Fueron 135 los reclusos de la banda terrorista que se beneficiaron de esta medida. Ese mismo año fue asesinado también Francisco Tomás y Valiente, lo que no supuso ningún obstáculo para que en 1997 el PP alcanzara el conocido Pacto de Ajuria Enea, reafirmando la posibilidad de abrir un diálogo con ETA si ésta dejaba las armas. Obviamente, los socialistas no hicimos ninguna crítica, pues éramos conscientes de la complejidad de la política antiterrorista.

Sin embargo, la hipocresía del PP, que de forma maniquea pretende dividir a los partidos democráticos que siempre hemos estado y seguimos estando con las víctimas y contra los verdugos, no se agota en ese pasaje histórico. Ahora que el gobierno socialista ha tomado la decisión de acercar presos de ETA, de forma individualizada, a cárceles cercanas a sus lugares de origen, nuevamente los populares recrudecen el espantajo de la lucha antiterrorista contra el fantasma de ETA, ya desaparecida, agitando trasnochadas banderas en la sede de Génova.

Conviene recordar que la política penitenciaria de dispersión de los presos tuvo sentido mientras ETA estaba activa. Una vez desaparecido el terrorismo y la banda terrorista, es decir, la causa que justificó dicha política, no tiene sentido mantenerla. Es más, denota un aliento mezquino y vengativo pretender perseverar en algo que es innecesario. Hay una inflación apocalíptica en esta pretensión, que se opone al sentido común y al espíritu humanitario que, sin duda, nos hace mejores. Pese a estos absurdos recelos del PP, que dibujan un panorama sombrío más propio de los paisajes goyescos que de la realidad de este país, el proceso de normalización debe proseguir su camino. Es necesario que la derecha genovesa, que arroja verdades al revés, en un alarde de verdad más realista permita germinar las esperanzas que el proceso lleva en sí. Quede claro, por tanto, que acercar los presos es perfectamente legal y no supone conceder privilegio alguno a los reclusos, pues van a seguir encarcelados, solo que más cerca de sus familias.

La actitud desleal del PP en materia de política antiterrorista ha sido y sigue siendo grave. Durante el gobierno de Rodríguez Zapatero, no cesó en su inmoral afán de lanzar acusaciones muy graves e injustas contra él. Sin pudor alguno, eligió esta cuestión como uno de los principales ejes de confrontación política, llevándola incluso a las sesiones de control al gobierno, un hecho sin precedentes. Y lo hicieron siendo conscientes de que tanto Felipe González, en las llamadas conversaciones de Argel, como José María Aznar, en la negociación de Zurich, trataron de buscar un final dialogado de la violencia con la banda terrorista de ETA.

Traigo a colación este suceso histórico porque no se debe enmascarar el hecho de que la política necesariamente ha de recurrir a decisiones posibilistas si es que realmente está decidida a lograr la normalización definitiva de este país, aunque para ello se ponga de manifiesto la espinosa situación de conciliar cuestiones aparentemente antagónicas como es el respeto a las víctimas, lo que conlleva la garantía de que se haga justicia, y la necesidad perentoria de evitar que nunca vuelva a ocurrir semejante barbarie. No se puede oponer la cosmo-ética a la ética-responsable, que asume tomar decisiones pragmáticas en función del análisis pormenorizado de cada coyuntura histórica. En fin, a uno le espanta, desde una modesta reflexión intelectual, contemplar la posibilidad de llorar nuevas víctimas sin saber por qué ni para qué. Por ello, albergo la esperanza de que la gran mayoría de la ciudadanía, sea del partido que sea, dolorida y hastiada de este trágico pasado, aspire a resolver sus problemas y sus diferencias con la palabra, el consenso, la tolerancia y la aritmética democrática.



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